El rock peruano de todos los días (no solo cuando hay festivales), por Carlos García
“El músico también está trabajando. Tú, músico, no eres un artista, eres un trabajador del arte. Y si alguien no considera el valor de tu trabajo en su modelo de negocio no te está ‘apoyando’. Te está utilizando”
Por Carlos García
Hoy se viven condiciones de producción muy buenas para el rock. Los costos de grabar en digital no son privativos; lejos del monopolio del gusto que generaron la radio y la tv, internet está consolidado para fines de difusión de toda clase de propuestas. Y por si fuera poco, radio y tv se han abierto a la producción rockera nativa. Sin embargo, todo esto parece insuficiente cuando se piensa en la experiencia rockera desde el espacio de los festivales. La sensación es de que hay inconsistencias. Si las diversas escenas lucen tan vitales y saludables, ¿por qué no logran una mayor exhibición ante los grandes públicos?
En el debate sobre las participación de bandas locales en festivales, y la proporción que existe entre nuevas y consolidadas, posturas en apariencia contradictorias parten de la creencia de que la razón de programar a bandas recorridas es que estas "sostienen económicamente el festival" debido al público que convocan. Lo cierto es que la mayoría de festivales -para tener éxito económico y de público- podría prescindir de las bandas locales -’conocidas’ o ‘nuevas’- con las que arma su cartel. El punto es que un festival con bandas de fuera -que es la estructura de negocio del festival promedio- simplemente no debería ser posible sin la participación de bandas locales, tanto porque lo exigen leyes de promoción de cultura como porque lo demandan los asistentes.
Pero para llegar a ese punto es necesario organización, y espacios de difusión y distribución que idealmente deben ser consecuencia de estar organizados. Siento que desperdiciamos mucha energía en confrontar con productores desde una lógica casi de cuoteo. Olvidamos que existen todo tipo de productores, desde establecidos hasta advenedizos, otros que ni siquiera son rockeros y que en ese marco es bien difícil que los equilibrios sean sostenibles. Toda esa energía podría apuntar a objetivos que tengan más que ver con reglas del mercado y con el Estado, espacio en el que sí podemos exigir que cualquier mejora sea sostenible.
"es necesario organización, y espacios de difusión y distribución que idealmente deben ser consecuencia de estar organizados (...) Toda esa energía podría apuntar a objetivos que tengan más que ver con reglas del mercado y con el Estado, espacio en el que sí podemos exigir que cualquier mejora sea sostenible"
Lo primero, como en todo, es organizarse. La poca coincidencia entre bandas nuevas y bandas con años en la escena puede generar la sensación de que hay mucha distancia, y no es así. De hecho cuando son las propias bandas las que organizan los conciertos -que deberían ser más- es casi una regla invitar a una o dos bandas nuevas con las que haya afinidad musical, que estén trabajando, que tengan un disco circulando, etcétera. Allí hay un importante punto de contacto -que además se da en el trabajo mismo- que puede convertirse en organización.
Organizados es posible conseguir y/o construir los medios de difusión y distribución que necesitamos. Solo en distribución, la movida independiente tiene una experiencia enorme, de décadas. Si la formalizamos y profesionalizamos, será el rock peruano el que se posicione en los medios y escenarios de fuera, como una escena, y no como casos aislados, que es como todo indica sucede ahora.
Un aspecto clave de estar organizados, y producto del mismo hecho de estarlo, es tener claro que como músicos tenemos derechos, tanto laborales como derechos sobre los productos que creamos y difundimos. Tenemos que saber diferenciar qué es un apoyo a la difusión y qué se confunde o disfraza de él. Nuestra música tiene un valor y no es poco.
Visto desde el interés colectivo, es poco útil a la escena creer que hay nobleza en no cobrar por lo que haces cuando todos a tu alrededor están haciéndolo (el promotor de conciertos, el productor y el conductor de la tv, el vendedor de publicidad de una marca). Igual que ellos, el músico también está trabajando. Tú, músico, no eres un artista, eres un trabajador del arte. Y si alguien no considera el valor de tu trabajo en su modelo de negocio no te está ‘apoyando’. Te está utilizando. Los conciertos, festivales, programas de tv, spots comerciales o plataformas basadas en música tienen que considerarte un socio, no un ‘beneficiario’.
"como músicos tenemos derechos, tanto laborales como derechos sobre los productos que creamos y difundimos. Tenemos que saber diferenciar qué es un apoyo a la difusión y qué se confunde o disfraza de él. Nuestra música tiene un valor y no es poco"
Lo positivo de todo este debate es que si lo seguimos, nos va a ayudar a superar fantasmas y antagonismos que deben convertirse en alianzas y asociaciones. Quienes desde el rock trabajan con el arte y la cultura podrían dejar dejar de considerarse ‘artistas’ y asumirse trabajadores. Esa es la vía para construir una relación horizontal con productores tanto como con los medios. Verlo así quizá nos permita superar un debate que a veces parece más de ambiciones particulares, y pasar a algo que nos beneficie a todos. También a las bandas nuevas que surgirán en el futuro.
(*) Extraído, con autorización del autor, de la columna publicada originalmente el 5/8/2016 en su cuenta de Facebook.
YouCanSayFuck.lamula.pe también ha publicado estas notas, por si no las leíste:
+ Últimos partos de la escena: Nuevas bandas para que el rock peruano no muera
+ Algo en qué creer: 10 años de 'Ciudad Indiferente'
+ ¡Súbele el volumen a esto!: 60 años de rock en el Perú
+ “Alta Tensión”: Los 15 años del primer libro sobre rock peruano