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foto: raúl garcía | aerolineaswiracocha.blogspot.com

20 años de Rock en el Parque: más allá de los pogos en ronda y los punkies de quince años

La primera edición del REEP se llevó a cabo en el 2001, hace ya dos décadas. ¿Cómo era organizar uno de los festivales más importantes de la historia del rock peruano? Detrás de esa respuesta, a veces hay historias no tan felices. En esta nota de YOUCANSAYFUCK, hacemos un breve recorrido por todas las ediciones del festival de la mano de Javier Chunga, uno de los productores del evento. ¿Volverán los Rock en el Parque? ¿Quién iría a uno post-pandemia? 

Publicado: 2021-03-02

Hubo un tiempo en que Lima fue invadida por festivales de rock independiente durante casi todos los fines de semana. Varios de ellos celebrados en los conocidos conos de la ciudad. Ya aquí el rock dejó de ser un producto de élite consumible solo en Barranco o Miraflores. Se trataba de una generación rockera que de todas maneras terminaba pisando Los Olivos, uno o varios sábados por la noche para ver a sus bandas favoritas, en locales que tradicionalmente eran templos para la música folclórica. ¿Qué estaba pasando? El dueño de El Huaralino, acostumbrado a recibir a artistas de huayno y cumbia, no podía creer que ahora 'bandas de loquitos' estuvieran llenando su local.  De pronto el rock comenzó a asaltar Lima por todos lados, esta vez a ritmo de punk melódico, así todavía caletamente, o tal vez no tanto. Uno de esos festivales, quizá el más recordado de todos fue el Rock en el Parque.

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A fines de los años 90 en Lima, algunos conciertos comenzaban a adquirir cierta masividad dentro de la escena independiente -los realizados en un local llamado “El Kaos” o el festival “Niño Malo”, por ejemplo- fueron síntomas previos de algo que podía explotar en el nuevo milenio. Y definitivamente explotó tiempo después.

Precisamente a inicios de los 2000, Julio Vásquez presentó un proyecto de festival a la Municipalidad de Lima que meses posteriores fue aprobado. Se juntó con Javier Chunga y entre ambos comenzaron a producir el evento. Este se llamó "Rock en el parque". Su primera edición vio la luz en junio del 2001, hace exactamente veinte años. 

La idea era llevar a cabo un festival de rock con bandas independientes en el Parque de la Exposición -de ahí el nombre del evento- a precios populares. Así nació el primer REEP: a cinco soles la entrada para ver a Dolores Delirio, Inyectores, Mamani, Rafo Ráez y Los Paranoias, El Ghetto, Manganzoides, 6 Voltios y la Ira de Dios. Varias de ellas eran bandas con las que Javier ya venía trabajando, además él tocaba en Mamani. Más aún, cabe recordar que Javier, para quienes no lo sepan, no es ningún advenedizo: ha venido de crecer en la movida subte de los 80, de trabajar como manager de varias bandas en los 90, y finalmente ha sido una figura con perfil bajo pero clave en el desarrollo del rock peruano independiente a lo largo de los 2000.

Volviendo al lugar de los hechos, Javier y Julio esperaban un público asistente conocido: gente que bajaba a los festivales de fines de los 90. Pero esta vez, ya en el 2001, aterrizó una nueva generación, no solo en el festival sino en la historia del rock peruano. Y llegó para quedarse allí, al menos por un buen tiempo. “Todo este público no venía de los 90, sino era un público completamente nuevo, eran chibolos de entre 15 y 17 años. Para nosotros esa fue otra sorpresa porque nosotros esperábamos a un público que ya conocía a estas bandas. Efectivamente seguro fueron algunos, pero en el mar de chibolos se perdían”.

De todas las bandas que se iban a presentar en esa primera edición, la más joven y que se correspondía con la edad del público asistente en su mayoría, iba a ser 6 Voltios, entonces tres chiquillos. Pero nunca tocaron. “Ellos eran una de las primeras bandas que tenían que tocar y veíamos que no se aparecían. Llamo a Alexis, que en esa época no lo conocía o no recuerdo, y me dio una excusa del tipo: ‘Puta, disculpa, broder, no vamos a poder ir’”. Sin embargo, en adelante, 6 Voltios sería una banda infaltable no solo en los Rock en el Parque sino en cualquier festival de la época. Su trascendencia en la escena del punk melódico, para bien o para mal, es ya harto conocida.


Rock en el Parque en el Estadio Unión de Barranco en 2005
foto: raúl garcía | aerolineaswiracocha.blogspot.com

El primer REEP iba a comenzar a las 5 y terminar a las 12 p.m. Ni un minuto más, por orden de la Municipalidad. De alguna manera que un festival de rock comenzara y terminara temprano, junto a la no restricción de mayoría de edad en la entrada, literalmente le abrió las puertas a una nueva generación que por primera vez podía ver muy temprano a una decena de bandas tocando frente a ella toda la tarde y toda la noche. O al menos hasta las 10 p.m. En esos tiempos que te dejen ir a un concierto de rock, a un Rock en el Parque, dependía de la buena voluntad de papá o mamá que por lo general caducaba a esa hora. 

Chiquillos llenando conciertos de punk melódico. “Chikipunk apareció como un término despectivo de parte de miembros de bandas de los 90, de alguna forma, lo veo como una especie de envidia: ‘pucha, a estos chibolos les va bastante bien y nosotros que venimos tanto tiempo tocando, tocamos en lugares pequeños, y a ellos les va bien y a nosotros no tanto’. Fue un término que trataba de malear a toda esta serie de bandas y a esta generación”, dice Javier, recordando que además del público, las bandas más jóvenes también eran acusadas de ser y hacer ‘chikipunk’. El punk melódico no era visto como cosa de 'grandes'.

Al primer REEP fueron cerca de 1500 personas y en pocos meses la cantidad de público se duplicó. El REEP II se llevó a cabo en el mismo lugar, a menos de un mes después. 

Esta vez la banda que no se pudo presentar, por problemas de salud del baterista, fue Metadona. Fernando Chirinos, guitarrista del grupo, pensó en pasarle la voz a Kimba para que lo reemplace, sin embargo, no se pudo improvisar algo así. “Pero Fernando tenía tantas ganas de tocar que en medio de la presentación de dos bandas, se subió al escenario igual, salió para que la gente lo vea (RISAS). Hubo una pequeña situación ahí, el público: ‘¡Metadona!, ¿dónde está Metadona?’”, cuenta Javier.

El REEP III también tuvo sus dificultades, se canceló en el lugar donde había sido planificado: el estadio del Club Lawn Tennis. “Para la tercera edición, nos llama el administrador del Lawn Tennis y nos dice: 'oye, me ha llamado de la Municipalidad, dicen que el festival no va'. ¡Cómo no va a ir, si tenemos contratado el local, está todo listo!, le digo… Había sucedido que la semana anterior al festival, hubo un evento de cumbia por el cual hubieron demasiadas quejas de los vecinos y la Municipalidad para complacer a los vecinos simplemente: ‘ah, ya hubo bulla esta semana, entonces la siguiente semana no tiene que haber’”, recuerda Javier. Finalmente se tuvo que postergar unas semanas.

Para el REEP IV, el festival se muda a Los Olivos, precisamente buscando un espacio más seguro en donde la Municipalidad ponga menos trabas para llevar a cabo el concierto. La gente de la Municipalidad de Los Olivos les sugirió a los organizadores hacer el festival en El Huaralino. Y aquí la historia es otra. 

“Ahí conocimos al administrador de El Huaralino. A él se le hizo raro porque estaba acostumbrado a los conciertos de cumbia y de folclore que se hacían allí todo el tiempo. Pero era una persona bastante abierta y nos dio todas las facilidades. Él también se súper sorprendió, él no esperaba esto. Decía: 'ah, un conciertito de rock'. Le hablábamos de las bandas: Leusemia, Masacre, 6 Voltios, Dalevuelta. Y para él era chino mandarín (RISAS). ‘Ya, voy a ayudarlos a estos loquitos que quieren hacer su conciertito’. Y cuando vio de qué se trataba, ya nos dejaron de ver como loquitos, ya vieron que esto tenía otra dimensión”, cuenta Javier.

De hecho, en paralelo en ese mismo local, además del Rock en el Parque, se organizaron muchos otros festivales de rock independiente. Se corrió la voz de que el point para la movida estaba siendo Los Olivos. Todo 'chikipunk' pasaba por allí, residentes o no residentes del llamado cono norte.  

El REEP V también se celebró en El Huaralino. Es en esta edición que por primera vez participa una banda de provincia en el festival, Unidad 4 de Cajamarca.

colección de gonzalo espinoza

Para el REEP VI, Julio y Javier se dan cuenta de que ya han logrado convocar una masa nada despreciable de público, que para bandas que no tenían circulación permanente en medios masivos de comunicación como sí lo tenían otras bandas de rock mainstream nacionales, estaba bastante bien. 

“A partir de la edición VI, dijimos: somos conscientes de que existe una buena cantidad de público que asiste a los festivales tenemos que darle algo más, por eso es que vimos la posibilidad de que los festivales tengan una temática”. El REEP VI tuvo la temática contra el maltrato hacia las mujeres, y el REEP VII, contra el maltrato animal. En el primer caso, se trabajó con Amnistía Internacional y en el segundo, con organizaciones animalistas como UPA, Alco, entre otras. Sin embargo, a pesar de la buena voluntad, la experiencia no fue del todo feliz en esta última.

“Yo soy vegetariano desde hace veintitantos años, entonces para mí era un tema súper afín. Y Julio es amante de los gatos, tiene como 5 gatos más los de la calle que les da comida, entonces ahí teníamos una afinidad con ese tema. Pero se presentaron un montón de inconvenientes. En esa época existía 23punk. Y en el foro, el 10% opinaba y el 90% maleteaba. Lo que apareció (en el foro) en esa época fue que nosotros nos estábamos aprovechando del rollo animalista para lucrar… Las organizaciones animalistas comenzaron a ser bombardeadas por esa gente que le decía que queríamos aprovecharnos de ellos para lucrar… La finalidad era que este público reciba información y que se pueda involucrar con algunos temas que le pueda servir para más adelante. Fue un rollo tan desagradable que decidimos dejar las temáticas de lado para las siguientes ediciones. Perdimos demasiado tiempo y energía para tratar de solucionar eso”, recuerda Javier. 

Sin embargo, en adelante, en el REEP VII se incluyó una opción de comida vegetariana, quizás por primera vez en un festival de rock peruano. Además se hizo un pequeño documental del festival que luego se editó en formato DVD.

El REEP VIII volvió con una extensa gama de bandas de punk melódico ya posicionadas en la escena: 6 Voltios, Diazepunk, Rezaka, Inyectores, 40 Gramos, junto con otras bandas de estilos musicales diferentes pero que también fueron parte de esta movida festivalera: Leusemia, Aeropajitas, Turbopótamos, Serial Asesino, D’mente Común, Contracorriente, y demás. De hecho, la movida festivalera, con bandas que constantemente formaban parte de los carteles de los festivales –no solo de los REEP- no era exclusiva del punk melódico, sino que incluía a bandas como las mencionadas. 

El REEP IX vuelve al Parque de la Exposición, con la temática contra el calentamiento global.

Para el REEP X sucede algo más trágico, luego algo cómico y finalmente anecdótico. El cartel anunciado para el 12 de enero en el Vértice de la Cultura del Museo de la Nación es un éxito en pre-ventas, nada podía ir mejor hasta que es cancelado a último momento por la Municipalidad de San Borja. Luego se asoma una luz y la Municipalidad de San Miguel les ofrece a los organizadores darles las facilidades para llevar a cabo el festival en su distrito. “Fue algo súper inesperado. Fuimos a la Municipalidad, nos recibió el hermano de Heresi, y nos dijo 'sí, mi hermano tenía su banda de rock, nosotros a la música la apoyamos un montón, y lo que podemos hacer es facilitarles acelerar los plazos de los trámites, tienen que seguir igual todos los procedimientos, pero lo que vamos a hacer es acelerar los plazos'. Ahora, ¿dónde?”.

Consiguen hacer el contacto con el Colegio Bartolomé Herrera y sucede otra cosa. En un momento Javier siente que el director lo comienza a gilear. Julio le dice que también se ha dado cuenta pero que le siga la corriente nomás. Había que salvar el concierto. A los pocos meses, dice Javier, sale una noticia donde alumnos del colegio denuncian al director por acoso sexual. 

Pero las sorpresas siguen. Incluso en el último tramo de la producción del festival, llega defensa civil y no les da el permiso porque el local del colegio no tenía pozo a tierra, mandan a hacer uno ipso facto, y al final se dan cuenta que había habido uno por allí escondido. Son cositas que pasan. 

Ya para ese entonces, el REEP como la mayoría de festivales eran objeto de críticas, principalmente en torno a los carteles de sus conciertos. Las bandas eran siempre las mismas. Ninguna otra nueva ingresaba a la movida festivalera. En los foros de rock que existían en internet antes de las redes sociales, es era el tema de cada día. Pero en la práctica los festivales seguían teniendo la presencia de un gran público solo si se presentaban las mismas bandas. 

A Javier y a Julio, se les sumaba ese problema además de todo el gran problema en sí que resultaba organizar el festival y cruzar los dedos para que la Municipalidad de momento no los cancele. “A mí se me volvía bastante estresante hacer festivales, sobre todo porque involucraba un montón de procesos que nosotros no podíamos controlar, como el tema de los permisos de las Municipalidades. La legislación no está nada clara en cuanto a ese tema. Si al alcalde del distrito no le gustas o no le gusta el nombre de la banda que estás presentando, no te da el permiso un día antes y toda la inversión que has realizado se va al agua”, dice Javier.

Las ediciones XI y XII no son las más exitosas. Hay ya un boom de conciertos internacionales con súper producciones y bandas esperadas por décadas que se presentan en el país por primera vez. Por otro lado: hay un bajón en los foros de internet y las páginas webs de difusión de rock nacional, algunas bandas se separan, el punk melódico sufre una caída frente al emo, entre otra serie de sucesos.

El regreso del REEP sucede recién en el 2013. Para eso el año pasado ya había comenzado un pequeño rebrote de festivales a partir del éxito del Lima Vive Rock (LVR) organizado por la Municipalidad de Lima. Aquí el detalle está en que parte de la idea del LVR vino de Julio Vásquez, productor de los REEP, algo que casi nadie sabía. 

“Nos planteamos que el REEP ya no debía ser un festival solo de nosotros, de dos personas independientes, pensamos que el siguiente paso tenía que ser algo como lo que estaba sucediendo en Colombia con los Rock al Parque, el Festival Altavoz o festivales similares que hay allá. Julio presentó un proyecto a la Municipalidad, les interesó, y al final dijeron: ‘Me gusta el proyecto, pero no quiero que ustedes lo hagan, lo vamos a hacer nosotros. Entonces, Julio, te vamos a pagar un dinero por tu idea y adiós, nos vemos, ¡chau!’. Luego no tuvimos que ver con la organización, ni nada”.

En el 2013, regresan dos ediciones más del REEP. El primero en junio, en el Parque de la Exposición y el segundo en diciembre, en El Gigante de Los Olivos. En este último, Javier cumplió su fantasía de juntar a grupos que venían de tener integrantes en bandos opuestos en los 80 y ponerlos a tocar en horarios cercanos: Eutanasia e Inyectores. ¿Recuerdan ese versus entre misiopunks y pitupunks? Pues eso mismo traído al presente. En un lado del ring, Eutanasia,  y en el otro, Inyectores (con integrantes de G-3). 

Algo curioso del último REEP, es que juntamos a Eutanasia e Inyectores, porque eran dos bandas que no se podían ni ver, eran los subterráneos con los pitupunks, había una rivalidad, cojudeces de chibolos, pero históricamente se pudo ver que existió. Para mí era darme el gusto de ponerlos juntos en el mismo festival y cerca incluso, en horarios similares”. Si Eutanasia y G-3 hubiesen tocado en los mismos escenarios desde antes sin rivalidades, quién sabe, otra hubiera sido la historia del rock peruano.

Hasta antes de la pandemia, Javier tocaba en Mamani, Decisión Final, Aeropajitas, y PDI. Ahora vive entre Mala y Cañete. Afirma que el Rock en el Parque nunca tuvo un festival de despedida porque no está del todo muerto. Y que cada vez que Julio lo anima para volver a hacer un Rock en el Parque, él ya con toda la mala y buena experiencia previa, solo responde: ¿Estás seguro, Julio? Yo no lo descarto, Julio tampoco, sostiene. Y este 2021 se cumplen 20 años del inicio de toda esta historia. Nadie le quiere poner punto final.

Eso sí, en caso regrese el festival, no está claro cómo sería pero sí cómo no sería. "Parte de todo el rollo del REEP es presentar a bandas que nos gusten y que nosotros escuchemos. Entonces, yo no me veo contratando a Libido, a Río, o a bandas que yo nunca he escuchado, y que no son afines a nosotros, solo por un tema monetario. Para hacer eso, prefiero no hacer nada... Si bien el REEP no ha sido un festival de bandas underground, sí tiene un bagaje que proviene de esa cultura. Yo vengo de tocar en bandas, de nutrirme del hardcore y del punk rock, yo he crecido con los valores de esas culturas. De alguna forma he querido que eso permanezca en los festivales, entonces mezclar papas con camotes sería quitarle el espíritu al festival”.


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Escrito por

Escarlata

Diana Joseli (Lima, 1992), editora de Youcansayfuck.lamula.pe desde abril del 2017 hasta mayo del 2022.


Publicado en

youcansayfuck

Crítica, investigación y difusión de rock independiente. Foto de portada: Raúl García.