Estos chicos nunca han escuchado una sola canción de Leusemia en su vida
Han pasado 35 años desde que Daniel F., Leo y Kimba debutaran como Leusemia en 1983. La banda jamás ha logrado un solo hit en la radio. Muchos millennials que hoy se dicen rockeros sencillamente los desconocen. ¿Acaso tendrían que saber que alguna vez, cuando el rock se cantaba en inglés y se hacían covers, hubo una banda que mandó a la mierda todo, y desde entonces nada volvió a ser igual para el rock peruano? La respuesta es simple: sí, por supuesto, tendrían que. Los himnos de las minorías a veces duran más que un mero hit radial de FM.
Estos chicos nunca han escuchado una sola canción de Leusemia en su vida.
Luis Carlos Burneo camina por Miraflores en busca de su próxima nota para La Habitación de Henry Spencer. Encuentra a una chica que no tiene ni pizca de rockera: usa lentes, lleva una cadenita en el cuello, viste una blusa con figuritas de piñas y tiene una mochila melón, y con ella va a surgir la siguiente conversación.
¿Has escuchado a la banda Leusemia? No. ¿Puedes ponerte los audífonos? (Suena “Al colegio no voy más”, ella escucha un rato, se ríe de forma incómoda, y se quita los audífonos de pronto) ¿Por qué te ríes? Porque… o sea, ¿por qué no quiere ir al colegio? Porque estará asado, le dice Burneo. Ah, bueno… Supongo que es por la educación que ha tenido, responde la chica y sigue de largo. Supongo que el colegio al que asistió fue malo y tuvo una mala experiencia. En mi caso, a mí sí me gustaba ir al colegio y hacer todas las tareas. Es más estoy estudiando educación y voy a ser profesora de inicial, y trataré de cambiar con un granito de arena la educación del Perú.
Una futura profesora escuchando "Al colegio no voy más" de Leusemia por primera vez en su vida. Cambiar la educación del país, dijo la chica sin titubeos. La letra de la canción -aunque ella como el resto de chicos que son entrevistados por Burneo no la sacan- es conocidísima en la escena underground peruana old school:
“Me ha llegado al pincho la lección de hoy / matemáticas, religión / pasar lista o cantar el himno al Dios / y respetar al profesor... / Al colegio no voy más, ni huevón / Que se queden con su mierda entera / Al colegio no voy más, ni huevón / ¿Para qué? / Desde el nido, la primaria o superior / siempre la misma opresión / Al colegio no voy más, ni huevón / Que se queden con su mierda entera…” (Leusemia - Al colegio no voy más)
Daniel F., fundador de Leusemia, no terminó el colegio. Se quedó en cuarto de secundaria. Dice que pasaba más tiempo en la biblioteca, leyendo ensayos sobre Iggy Pop, Alice Cooper, The Velvet Underground, a los que conoció en libros antes de haberlos escuchado. A los 14 años comenzó a componer con un par de acordes.
No es irreal pensar que muchas de las personas que han seguido a Leusemia desde los años 80, que luego cantaron esa canción, que se saben la letra y se identifican con ella, también hubieran querido recibir una educación distinta. Y cómo no, si de eso trata la canción.
Pero, cuántos millennials que se dicen rockers habrán escuchado a Leusemia hoy...
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Un 14 de agosto de 1983, es decir hace treinta y cinco años, Daniel F (guitarra y voz), Kimba Vilis (batería), y Leo Scoria (bajo), con instrumentos prestados de otra banda pero con canciones propias bajo la manga, debutaron como Leusemia en una discoteca llamada La Caverna, ubicada en Jr. Moquegua, centro de Lima. La primera canción que tocaron ese día fue 'En una invernal noche de surf', de acuerdo con el libro «Desborde Subterráneo» de Fabiola Bazo. En un tiempo más Raúl Montañez se uniría a la banda. Con esa formación, el destino ya estaba tirado.
En un próximo concierto de Leusemia, Daniel F., como es de costumbre, se animó a decir unas palabras al respetable. “Buenas noches. Tal como lo dijo el anunciador, somos el grupo Leusemia. Somos un grupo realmente… relativamente nuevo, tenemos dos meses de formados. Los temas que interpretamos son nuestros: para algunos serán basura, pero no nos importa. Por lo menos esa basura es nuestra. No como otros que tienen que interpretar basura parametrada y cojudeces…”, tal como figura en el libro de Bazo. Entonces, ya estaba claro. Aquí comenzaba a nacer algo nuevo: rock en español, temas propios, lisuras, ruido, autogestión, todo lo que la mayoría del rock peruano de décadas anteriores simplemente no había hecho. Leusemia era una patada en los huevos para todo el rock nacional precedente.

archivo de rolly necio
Entre el público asistente a los primeros conciertos de la banda a inicios de los 80, se encontraba el semillero de una nueva movida. Guillermo Figueroa (baterista de Autopsia y G-3), recuerda de aquel tiempo cuando la gente comenzaba a vivir sus primeros pogos: “Gonzalo, Gabriel y yo estábamos arriba y vimos el concierto por un huequito en el toldo. No podíamos bajar porque no teníamos billete, pero escuchamos todo y solo con la escucha nos pusimos las pilas. Daniel y Leo dijeron váyanse a la mierda, no queremos escuchar a esos grupos de mierda, nosotros hacemos música en castellano, y propia”, según el libro «Se acabó el show» de Carlos Torres Rotondo.
Desde entonces, entre los primeros asistentes a los conciertos de Leusemia comenzaron a formarse nuevas bandas como Narcosis, Autopsia, G-3, entre otros grupos, todos icónicos en la genealogía del rock peruano posterior. Como si Leusemia hubiera tenido una varita mágica para hacer algo así como la multiplicación de los panes: la gente comenzó a pasarse la voz y nuevas bandas empezaron a formarse.

muchachos de 1984: gabriel bellido (autopsia), gonzalo farfán (autopsia, g-3), pelo madueño (narcosis), leo escoria (leusemia), cachorro vial (narcosis), kimba vilis (leusemia) y wicho garcia (narcosis).
Con Leusemia comenzó a gestarse toda una nueva mancha, tendría un nombre y una voz propia, para cantar, para gritar, y para decir, sobretodo decir, antes que tocar: la movida subterránea. Leusemia sembró las semillas de una escena independiente que abrazaba el «Do It Yourself», lo hacía propio y lo tornaba plural para la nueva mancha de bandas que crecía entre apagones y coches bomba: «Hagámoslo nosotros mismos», era la consigna para los conciertos autogestionados, para el arte de los eventos realizados por amigos de la escena, para la venta de sus maquetas y cassettes. En fin, para forjar una movida alterna y libre para hablar de cara a su contexto, y arriesgar con la música que realmente querían tocar más allá de las tendencias.
"Somos las barras malditas / venimos de todos lados / gritamos lo que sentimos / aunque intenten reprimirnos / somos el mejor espejo / de un país que aún no crece / dirigido por mediocres / para jóvenes sin sueños... / Somos las barras malditas / el clavo sobre la herida / el clavo sobre la herida" (Leusemia - Barras malditas)
Claro, cuando el primer LP de Leusemia salió en 1985 con El Virrey, recibió muchas críticas que los tildaban de vendidos. Pero Leusemia la tuvo clara desde el comienzo: “Lo que quisimos con esto, fue curiosear, joder, saber cómo funciona una empresa, cómo se hace un disco, hasta dónde llega la censura, apuntar una anécdota más a nuestra cancerosa aventura musical, ver las posibilidades de un estudio, conocer las técnicas y ver las posibilidades para que otros graben. No ha sido para ser “famosos” o vernos como “éxitos radiales”. En este disco no hay ningún tema que pueda ser “hit-radial”, tan solo rockanroles desabridos y pequeñitos”, dijeron en una carta dirigida a sus seguidores.
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Aunque tras un par de años de formada la banda, Leusemia se disolvió para regresar varios años después, con nuevos discos, mutaciones en su estilo, incluyendo salidas de miembros históricos e ingresos de nuevos integrantes, con todo ello, en este tiempo ha dejado una discografía icónica para el rock peruano, que va desde el punk, el rocanrol de garaje, el rock progresivo hasta algo que escapa del género y avanza hacia la poesía pura: Leusemia (1985), A la mierda lo demás (1995), Moxón (1998), Yasijah (1999), Al final de la calle (2001), y Hospicios (2004).
"Puedo ser feliz sin Dios y sin banderas / sin más estandarte que dos tibias y una calavera / Puedo ser feliz sin patria ni fronteras / sin más fundamento que una flor o tu rivera / Puedo ser feliz sin políticos de mierda / sin moneda, policía o animales en mi dieta / Puedo ser feliz sin toda esa cagada / sin más ideal que una lluvia o tu mirada / Puedo ser feliz sin ti... / pero no quiero / ¿Por qué iba yo a dejar este suicidio placentero? / y además... porque te quiero / Como un loco te espero / Entre las piernas de tus dedos..." (Leusemia - El hombre conflictuado con sus propios designios).
No han dejado ningún hit radial. Porque claro quién iba a pasar lisurientos y sucios rocanroles, ni en la etapa más punk ni en la más progre de la banda. Nadie, porque la radio es muy decente ella, como bien sabemos. De todas maneras, nadie tampoco ha podido callar las varias canciones de Leusemia que son cantadas como himnos generación tras generación en la escena under: “Un lugar”, “Astalculo”, “Oirán tu voz, oirán nuestra voz”, “En una invernal noche de surf”, “Al colegio no voy más”, “Barras malditas”, “La karakola subterránea”, “El asesino de la ilusión”, “El hombre conflictuado con sus propios designios”, “El hombre del otro día”, “Gatos de bronce”, y entre otros, cómo no mencionar la versión punk que hicieron de “Demolición” de Los Saicos, soundtrack de los pogos más grandes y coreados del rock nacional.
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¿Qué hubiera pasado si hace 35 años Leusemia no hubiera aparecido en el mapa del rock hecho en este país? ¿Hubiéramos tenido una movida subterránea de todas maneras? ¿Hubiéramos seguido haciendo rock peruano en inglés y con covers hasta ahora? ¿Seguiríamos escuchando las canciones de amor de la FM porque al parecer nadie tiene algo que decir contra el sistema y la vida es feliz en todos los diales de la radio? ¿Habrían nacido tantas bandas influenciadas, para bien o para mal, por Leusemia? Eso nadie lo sabe.
Una buena parte de los millennials que escuchan rock en este país, vive anclada a los hits de la radio, sigue pidiendo a las mismas bandas extranjeras que edición tras edición se presentan en los VxR haciéndolo un negocio altamente rentable, y desconoce que alguna vez hubo algo así como una movida subterránea en la Lima de los ochenta.
Pero seamos positivos, si dentro de toda esa gente hay quienes realmente se identifican con el rock como cultura y como contracultura que es, más allá de un fin de semana y un pogo de millennial, en algún momento ‘esos mismos chicos’ van a explorar más allá de los diales, y cuando conozcan más sobre la historia underground del rock nacional, entonces, verán cómo comenzó toda esta movida independiente y alterna que suena al otro lado del dial. Y entonces, de todas maneras al inicio de todo, encontraran a: Leusemia. O, en su defecto, escucharán a alguna banda que haya nacido en esta escena, precisamente, por haber escuchado a Leusemia. En cualquier caso el padre del cordero es el mismo.
Ya después de eso pueden mandar a la mierda lo demás, si así lo quieren.
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