La independencia desde la patria blanquirroja del rocanrol
Para fundar una movida independiente en el rock peruano, no se necesitó de un libertador llamado San Martín. Aunque varias de las historias de esta escena han ocurrido cerca a la plaza que lleva su nombre, la misma que por el sur extiende el jirón más recorrido por cualquier rocker limeño: el Jirón Quilca.
Esta independencia rockera tampoco excluyó ciudadanos, por su origen, raza o color de piel como la de nuestra ‘República (sin ciudadanos) naciente’ que tras 28 de julio de 1821 llamó peruanos solo a una minoría privilegiada. Al contrario, la independencia en el rock peruano, albergó a cualquier gente que quisiera unirse a esta causa, que nació como causa limeña, capitalina, pero que luego se fue extendiendo a otras ciudades del país.
Y si en algún momento en estos circuitos rockeros, se produjo un real corto-circuito (por broncas estúpidas como la de los pitupunks y misiopunks), siempre se continuó, porque en el fondo esta causa seguía sosteniendo el mismo emblema: libertad e independencia en la patria del rocanrol.
Y SE HIZO EL ROCK, PERO SE LIBERÓ MÁS TARDE
El rock llegó al Perú en 1955, pero para hacerlo uno realmente peruano, libre e independiente, tuvimos que esperar unos cuantos años todavía. Casi tres décadas para ser precisos. En su primera etapa en el país, entre los años 60 y 70, el rock peruano se cantaba principalmente en inglés o temas de bandas extranjeras versionadas en español, con pocas excepciones. Era un rocanrol de psicodelias y bailes divertidos con gente ‘bien’.
Pero algo pasó a fines de los 70, algo que hizo temblar las tierras de rocanrol, algo que vino con ruido y rabia desde Inglaterra y Estados Unidos, y luego traspaso su legado por todo el mundo. Todo en el rock parecía bonito, hasta que llegó el punk. En su significando más literal punk significaba: basura, suciedad, despreciable, escoria.
Y claro, por si fuera poco, el punk no llegó solo. El punk trajo una nueva propia propuesta de música, de estética, de contenido sin censura, de libertad musical, de contracultura. Dijo algo así como: “Desde hoy el rock es libre e independiente por la voluntad de nadie y por el beneficio de todos. Viva la libertad, viva la independencia, viva el rocanrol, ahora destruyan sus ídolos, y háganlo todo por ustedes mismos”. El lema del punk era ese: Do It Yourself / Hazlo tú mismo / Hagámoslo nosotros mismos. ¿Si no quién?
"HAY QUE DESTRUIR PARA VOLVER A CONSTRUIR"
Entonces, sucedió que la independencia del rock peruano nos llegó con el punk y en plena guerra. Una guerra que había que reconocer, y sobre la que se tenía que hablar. Eran los años 80 y en Lima comenzaron a llegar las noticias sobre los primeros ataques de grupos terroristas en provincia. Lo que comenzó a verse en la tele, luego se vivió en carne propia en la capital, cuando pintas terroristas, coche-bombas y perros muertos colgados en postes de luz también comenzaron a verse en la ciudad.
Frente a todo esto, había que hablar de la realidad peruana. Hacer un rock conectado con el país. Ya no en inglés. Ya no sobre temas de amor. Obvio. Había que sentirse con la libertad de hablar sobre los problemas que veían los rockeros también sobre su propia generación. ¿Qué futuro les esperaba a ellos, a la sociedad, al rocanrol? ¿Qué tipo de música y escena querían construir en adelante?
A inicios de los años 80 y en ese contexto, se forjó la primera escena de rock independiente en el país con la llamada movida de rock subterráneo. Sobre la misma, ya se han escrito cuatro libros, dos novelas y se ha filmando un documental (Lee aquí una reseña) Ya se sabe, por cultura general rockera, que las bandas iniciadoras de la movida subte fueron cinco: Leusemia, Autopsia, Guerrilla Urbana, Narcosis, y Zcuela Crrada.
Pero lo que no se resalta o se resalta poco es que esta movida fue la primera en la historia del rock peruano, que guiada por los principios del punk, puso las bases para desarrollar una corriente independiente en el Perú. Hizo lo posible para crear una escena libre para tocar el estilo musical que se quisiera, y para hablar sobre los temas que no se quisieran hablar en otros lados o en otros géneros. Ninguna censura había en esta patria independiente naciente del rocanrol. Y sin ningún crédito claro.
Así, el camino independiente nació con la movida subterránea, contra comercial, autogestionaria, orgullosa de sus libertades y consciente de sus limitaciones mercantiles. No se gana pero se goza, dicen.
[Este disco] no ha sido para ser “famosos” o vernos como “éxitos radiales”. En este disco no hay ningún tema que pueda ser “hit-radial”, tan solo rocanroles desabridos y pequeñitos. No ha sido para ser “millonario” porque así se vendan 100 o 150 placas (no creemos que más), solo nos darían un 5%. Este disco pasará a la historia no como un hito o un “monumento a la ruptura”, pasará como lo que es: un disco de compromiso, algo que se hizo y ¡ya! Nada más, sin pretensiones pioneras, ni nada. (Leusemia, 1985).
De esas primeras bandas quedan maquetas, se han lanzado re-ediciones de discos, y hay mucha de su música para reproducción libre en internet. Nos deja un amplio legado musical de un rock que vivió en un contexto difícil pero que no nació de espaldas a este, sino dando la cara, dando la cara al público, para para cantar sobre eso, sobre temas sociales y políticos en los escenarios de sus conciertos, frente a los que los quisiera escuchar.
Y si alguien todavía creía o cree que “el rock se hizo para tocar y no para hablar (y menos sobre temas sociales o de política)”, es porque simplemente desconoce de todo el rock que se hizo libre para hacer aquello, y más. Y cuya independencia le ha costado, como le ha costado no sonar radio, no tener difusión masiva, no llegar a todos los compatriotas de esta patria como realmente quisieran. Al menos no en ese momento. Pero en fin. El fin, pues, de esta movida, según los autores que han escrito sobre el tema, llegó hacia 1992.
Capturado Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso, ese año, nacía una nueva generación en un contexto que volvía a estar en paz y que nacería bajo una nueva constitución neo-liberal. Otros tiempos llegaron. Otros tiempos de rock independiente, también.
"ES NUESTRA ELECCIÓN, AHORA O NUNCA"
En los 90, a la generación siguiente se le pega el rock alternativo, el grunge, el nu metal. Las bandas que comienzan una nueva escena, surgen en esta década, van dejando la denominación de ‘subterráneas’.
A mediados de esa década se inicia un auge de sellos discográficos independientes: Navaja Producciones, Huasipungo Records, GJ Records, Calambre Records, entre otros. En tanto, surgen salas de grabación con parafernalia digital, se instalan las primeras fábricas de discos compactos, y se consolida un circuito para la circulación del material de las bandas en Jirón Quilca en el Centro de Lima y en Galerías Brasil en Jesús María, como apunta Pedro Cornejo (2004). De acuerdo con el autor, hacia 1998 la mayoría de grupos ya se aventuraba a la producción por medios independientes.
¿Cuáles eran los beneficios de producir independientemente? Según Cornejo, eran dos: 1) no depender de un tercero para realizar sus producciones al ser dueños de su material, y 2) disponer de su música con la libertad de no contar con los parámetros de una disquera establecida.
A la libertad de expresión musical y de contenido de los años 80, se sumaba entonces el hecho de enfatizar en la producción discográfica independiente. Pero ¿quién va a vender los discos de las bandas de la escena? ¿Las grandes discotiendas? No, pues. Para ello, estaban las tiendas en Galerías Brasil y Jirón Quilca. El circuito independiente tiene también una lógica-productiva-económica, aunque no parezca, y se va ampliando: producción y distribución.
Los 90 nos dejaron bandas como La Sarita, Uchpa, El Ghetto, Huelga de Hambre, La Pura Purita, los Hnos. Brothers, Avispón Verde, Suda, La Raza, Por Hablar, D’mente Común, Aeropajitas, además de las primeras bandas anarcopunk como Generación Perdida. La gama musical se comenzó a expandir más allá del punk y del hardcore de las décadas pasadas. Ahora se podía encontrar fusión, funk, nu metal, y estilos más alternativos.
Y de pronto, la movida parecía volverse un poco más masiva. En 1998, las bandas independientes del Festival Niño Malo, evento en pro de los damnificados por el fenómeno del niño, asistieron aprox. 10 mil. (Daniel F. 2007:190).
¿Independiente y masiva? ¿Por qué no? Volverse masivo no significa hacerse comercial, significa ante todo que te está escuchando más gente. Pero la masividad recién comenzaba.
"NUNCA PERDER LA ESPERANZA, NUNCA"
La historia de rock independiente milenial todavía no se ha escrito. No hay publicaciones al respecto. Pero hagámoslo nosotros mismos, una vez más para no perder la costumbre.
En la escena independiente de los 2000, las bandas que más se visibilizaron fueron las bandas de punk melódico. 6 Voltios, Diazepunk, Inyectores, para empezar. Barranco, Lince, San Isidro o Miraflores. El Florentino, El Keko Bar, Barlovento, El Free, Don Jijuna, El Venecia, El Bunker. En esos lugares comenzaron a tocar estas nuevas bandas influenciadas por Bad Religion, NOFX, Green Day, Pennywise, y similares. Lugares que seguro suenan a viejos recuerdos entre los ahora llamados ‘chikipunks old school’, que entre inicios de los 2000 comenzaron esta movida del punk melódico.
Una movida que luego se expandió con los festivales en los conos de la ciudad. ¿Qué, el rock no era de la clase alta en sus inicios? Por lo general sí, pero era. En los 2000, la cosa era otra. Para ver a las bandas de la movida melódica, uno tenía que ir hasta Los Olivos, por ejemplo. Y no una, sino varias de varias veces. Decenas de festivales, entre ellos los Rock en el Parque, se realizaron ahí. La masividad de esa época se expresaba en locales donde normalmente se presentaba grupos de huayno, folclore u otros tipos de música más populares. Y cuando le tocaba a las bandas de rock, llenaban los mismos espacios con pogos de redondela.
¿Cómo se enteraba uno de los festivales a inicios del 2.0? Para eso había foros, blogs o páginas web 23punk.com, Rockperu.org, Rockperu.com, Floro 69. Esa era la prensa alternativa de la escena. El modo de enterarse de los conciertos, de los discos de las bandas, y de juntarse con las komunas, con gente que venía de todas partes de Lima.
Y otra vez, todo estaba bien hasta que llegó el emo. Bandas que aparecieron por la moda del momento, y que no dejaron registros discográficos, y cuyos adeptos se cortaron el flequillo y se despintaron las uñas de morado o negro una vez que la anécdota pasó.
Lamentablemente, sucedió también que se terminó la era de los festivales independientes, los bandas dejaron de tocaron, los blogs y webs se dieron de baja por el ingreso de las redes sociales. Nos perdimos todos sin festivales. Como si nos hubiéramos olvidado de que la escena si bien en algún momento puede ser masiva, no se define por serlo. Y que si no hay masividad, y no hay grandes festivales, la movida no tiene por qué dejarse de continuar.
Entonces, a fines de la década e inicios de la siguiente una nueva movida comenzó a hacerse más notoria. Comenzó a tocar en locales de partidos políticos (Partido Socialista, por ejemplo, y varias veces), a juntarse con las bandas del centro, y a hacer concier-tonos. Los Mortero, Adictos al Bidet, The Muertos, La Nueva Invasión, fueron algunas bandas que comenzaron a tocar más seguido.
Gente que comenzó en la escena melódica comenzó también a iniciar sus propios proyectos para la movida que se re-iniciaba. Se comenzaron a abrir nuevas tiendas de rock peruano: El Grito y El Anexxxo. Aparecieron varios fanpages de prensa alternativa como RockAchorao, Slam, blogs de fotógrafos, colectivos que graban conciertos. Todo con mayor dedicación y mejor producción. Una escena independiente pero de otro level.
Incluso con el venir de los últimos años regresaron algunas bandas melódicas, volvió 23punk, y por primera vez la municipalidad de Lima hizo festivales de rock bien organizados y gratuitos como el Lima Vive Rock, volvió luego un Rock en el Parque por ahí, hasta se han vuelto a formar las comunas (sí, parece que ahora se escriben con ‘c’).
Claro, no vamos a hablar de nuevos festivales con ánimos de lucro que repiten hasta el hartazgo y la frescura más extrema a las mismas bandas, con el mismo argumento de la televisión basura: “darle a la gente lo que pide”. Esos festivales no hacen escena, la acostumbran a lo fácil.
Pero mientras tanto a partir de festivales como Lima Vive Rock que comenzaban a esforzarse por no repetir a las mismas bandas en sus carteles, ahora hay nuevos productores como los del Festival Cultura Libre, que siguen el mismo legado. Hay tantas bandas independientes ahora que todas podrían caber en carteles de decenas de ediciones de festivales sin repetir ni una sola. El reto es que la gente vaya y apueste por ellas.
Pero más allá de eso, la movida ahora es una nueva escena independiente en donde las bandas y el público pueden convivir entre festivales medianos y conciertos pequeños en el Centro de Lima. Acostumbrase a lo grande y a lo chico.
Es una escena independiente en la que todavía hay gente que se preocupa por construir una movida real en la que: las bandas puedan tocar con buenos equipos y ser pagadas, sacar discos en los tantos sellos independientes que hay, vender su merch en las tiendas donde ahora solo venden originales, rotar su material en las redes de la prensa alternativa que existen. Y por supuesto, y ante todo, seguir cantando y tocando libremente sobre amor, sobre la sociedad, sobre política o sobre el no futuro.
Y es una escena independiente también, en la que hoy se puede escuchar desde una canción a punta de jerga y lisura, pasando por una canción mal cantada en un span-english masticado, o hasta una canción correctamente entonada en un quechua reivindicador de culturas milenarias. Todas en convivencia. Ninguna más que la otra.
Y todos los que entendemos esta historia de independencia, sabemos, que para eso se siguen construyendo mejores espacios para la escena, para una escena libre y sin censura.
Y que si en algún momento alguien: trata a su banda meramente como una empresa SAC., hace un festival para ganar dinero con cualquier banda que jale gente nomás, o incluso cuestiona el que se hable o no sobre un tema social o político; pues esa persona, en realidad, nunca ha sido parte de esta historia.
Una historia que no tiene un final del tipo “y fueron felices para siempre”. En realidad, no hay final. Cada uno la sigue continuando. Desde donde esté, y haciéndolo uno mismo con lo que pueda. Cada uno, así, hace escena libre e independiente en la patria del rocanrol.
Hay independencias que valen la pena.
Escrito por
Diana Joseli (Lima, 1992), editora de Youcansayfuck.lamula.pe desde abril del 2017 hasta mayo del 2022.
Publicado en
Crítica, investigación y difusión de rock independiente. Foto de portada: Raúl García.